Mark Zuckerberg y el poder de los medios de comunicación

Es cierto que hay fuerzas poderosas que controlan lo que se puede ver en Facebook e Instagram, pero no son los medios los que toman esas decisiones.

Hace un par de semanas, el consejero delegado de Meta, Mark Zuckerberg, publicó una entrada en su blog y un vídeo titulados «Más discurso y menos errores«. Zuckerberg (cuya lista de errores previos, reconocidos por él mismo, incluye el escándalo de datos de Cambridge Analytica, el haber permitido que una milicia hiciera un llamamiento a las armas en Facebook que desembocó en dos asesinatos en Wisconsin o el haber contribuido a alimentar el genocidio en Myanmar) anunció que Meta pondría fin a la verificación de hechos en EE UU. Además, añadió que reduciría las «restricciones» a la expresión y que empezaría a mostrar a la gente contenido político más adaptado en sus feeds.

«Empecé a crear redes sociales para darle voz a la gente«, dijo mientras lucía un reloj de pulsera de 900.000 dólares.

Aunque el fin de la comprobación de hechos ha acaparado la mayor parte de la atención, los cambios en su política sobre discursos de odio también son notables. Entre otras cosas, la empresa permitirá ahora llamar «eso» a los transexuales, argumentar que las mujeres son una propiedad o afirmar que la homosexualidad es una enfermedad mental. (Mientras tanto, gracias a ese «enfoque más personalizado del contenido político», parece que la polarización volverá al menú, chicos).

El anuncio de Zuckerberg fue una de las muestras más cínicas de revisionismo histórico que he visto en mi vida. Como mucha gente ha señalado, parece ser poco más que un esfuerzo para ganarse el favor de la administración Trump entrante, complementado con una aparición en el programa de televisión Fox and Friends.

Dejaré que otros analicen las implicaciones políticas específicas (y mucha gente lo está haciendo). Lo que me ha parecido más cínico de todo ha sido la forma en la que Zuckerberg ha presentado la comprobación de hechos y la moderación de contenidos que ha venido ejerciendo Facebook como algo que el gobierno y los medios de comunicación le habían obligado a hacer. En realidad, fueron decisiones suyas, por supuesto. Estructuró Meta para tener un control casi total sobre ella. Es famoso por llevar la voz cantante, y siempre ha sido así.

Sin embargo, en el anuncio del martes, Zuckerberg intenta culpar a otros de las políticas que él mismo instituyó y respaldó. «Los gobiernos y los medios tradicionales han presionado para censurar más y más», dijo.

Y prosiguió: «Después de que Trump fuera elegido por primera vez en 2016, los medios de comunicación tradicionales escribieron sin parar sobre cómo la desinformación era una amenaza para la democracia. Intentamos de buena fe abordar esas preocupaciones sin convertirnos en los árbitros de la verdad, pero los fact-checkers han sido demasiado sesgados políticamente y han destruido más confianza de la que han creado, especialmente en Estados Unidos».

No estoy aquí para defender el sistema de comprobación de hechos de Meta y nunca pensé que fuera particularmente útil o eficaz, pero quiero detenerme en las afirmaciones acerca de que éste se hizo a instancias del gobierno y de los «medios tradicionales”.

Para empezar, el gobierno de EE UU nunca ha tomado ninguna medida significativa contra Meta, y, desde luego, nada significativo relacionado con la desinformación. Y punto. Fin de la historia. Claro que ha habido multas y acuerdos de indemnización, pero para una empresa del tamaño de Meta, eran mosquitos que se podían apartar de un manotazo. Lo que sí hay es un caso en los tribunales por posible monopolio presentado por la la FTC (órgano encargado de la competencia en EE UU), pero no tiene nada que ver con la censura o la comprobación de hechos.

Y cuando se trata de los medios de comunicación, hay que tener en cuenta la dinámica de poder real en juego. Meta, con una capitalización bursátil actual de 1,5 billones de euros, vale más que el valor combinado de Walt Disney Company (propietaria de ABC), Comcast (NBC), Paramount (CBS), Warner Bros (CNN), New York Times Company y Fox Corp (Fox News). De hecho, el patrimonio neto personal estimado de Zuckerberg es mayor que la capitalización bursátil de cualquiera de esas empresas.

Mientras tanto, la audiencia de Meta empequeñece por completo la de cualquier empresa de «medios tradicionales». Según el gigante tecnológico, cuenta con unos 3.290 millones de usuarios activos diarios. Diariamente. Y como la empresa ha demostrado en repetidas ocasiones, incluso en los anuncios de esta semana, está más que dispuesta a girar sus mandos para controlar lo que esa audiencia ve de los medios tradicionales.

Como resultado, los editores llevan mucho tiempo doblando la rodilla ante Meta para intentar conseguir, aunque sea una porción de esa audiencia. ¿Recuerdas el giro hacia el vídeo? ¿O los Instant Articles? Los medios han pasado más de una década tratando de responder o adelantarse a lo que Facebook dice que quiere presentar, para ver como cambia de opinión en un momento y les corta el tráfico. La idea de que los editores tienen algún tipo de influencia sobre Meta es absurda.

Creo que es útil volver atrás y ver cómo ha llegado la empresa hasta aquí.

Hubo un tiempo en que Twitter era una amenaza real para el negocio de Facebook. Después de las elecciones de 2012, para las que Twitter fue fundamental y Facebook una ocurrencia tardía, Zuckerberg y compañía se lanzaron a por las noticias. Crearon botones de compartir para que la gente pudiera poner fácilmente contenido de internet en sus feeds. En 2014, Zuckerberg decía que quería que fuera un «periódico personalizado perfecto«. Pero esto tuvo consecuencias. En 2015, se encontró con una epidemia de noticias falsas de la que era muy consciente. Para cuando llegaron las elecciones de 2016, adolescentes macedonios habían convertido las noticias falsas en un juego de arbitraje, creando noticias falsas a favor de Trump expresamente para aprovechar la combinación de tráfico de Facebook y dólares de Google AdSense. Tras las elecciones de 2016, todo esto le explotó en la cara a Facebook. Y en diciembre de ese año, anunció que comenzaría a asociarse con verificadores de hechos.

Un año más tarde, Zuckerberg llegó a decir que el tema de la desinformación era «un tema demasiado importante como para despreciarlo«. Hasta, aparentemente, ahora mismo.

Zuckerberg eludió hablar de toda esta incómoda historia, pero, siendo realistas, nadie le obligó a contratar verificadores. Nadie estaba en posición de presionarle para que lo hiciera. Si ese fuera el caso, ahora no estaría en condiciones de despedirlos desde detrás de un escritorio con su reloj de 900.000 dólares. Tomó las mismas decisiones de las que ahora trata de eludir la responsabilidad.

Pero aquí está la cosa, la gente ya conoce a Mark Zuckerberg demasiado bien para que este ejercicio de adulación indisimulada sea efectivo.

Los republicanos ya le odian. El senador Lindsey Graham le ha acusado de tener las manos manchadas de sangre. El senador Josh Hawley le obligó a pronunciar una incómoda disculpa ante las familias de los niños perjudicados por su plataforma. El senador Ted Cruz ha arremetido contra él en varias ocasiones. Trump amenazó con meterlo en la cárcel. Pero también lo hacen los demócratas. La senadora Elizabeth Warren, el senador Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez han arremetido contra él. Y entre el público en general, es menos popular que Trump y más odiado que Joe Biden. En ambos casos pierde frente a Elon Musk.

El anuncio del martes parece poco más que un intento de complacer a un público que nunca le aceptará.

Y aunque puede que no le sirvan para ganarse al movimiento «MAGA», lo cierto es que aspectos como la desvergüenza o ignorar los precedentes del pasado van con el personaje. Como muestra, podemos recordar lo que Mark Zuckerberg estaba haciendo en 2017:

Imagen: Instagram de Mark Zuckerberg

 

Fuente: www.technologyreview.es